Los judios y el vino en la España medieval
La presencia hebrea en España, Separad, no tiene una cronología exacta pero parece confirmarse con posterioridad a la destrucción del Templo por los romanos.
Tras la caída del imperio romano y la aparición de los distintos reinos godos, la Diáspora hebrea se extiende por todo el Mediterráneo hasta llegar a España.
Los árabes conquistan un territorio en el 711 en el que se ecuentran una población integrada por hispano-romanos, descendientes de los godos y judíos.
España, Separad, fué, durante siglos, un territorio fronterizo de la cristiandad europea, el único territorio en el que estaban en contacto las tres grandes religiones (cristiana, judía y musulmana).
En estas condiciones se vivieron situaciones muy dispares de modelos sociales de convivencia desde los siglos VIII al XV.
Durante este periodo, los judíos jugaron un papel determinante en los núcleos urbanos, tanto en los territorios cristianos como en los musulmanes.
Los judíos conservaron la cultura y desempeñaron oficios varios que exigían una gran preparación y capacidad para la época.
Debido a su alto nivel cultural, la población hebrea pudo ocupar cargos y puestos claves en la administración y las finanzas de los reinos cristianos y musulmanes.
La cultura hebrea vivió su época dorada en aquella España medieval.
En sus aljamas se estudió la Biblia pero también todas las ciencias conocidas hasta entonces.
Américo Castro reconoció su importancia cuando afirmó que la historia de la España medieval no puede explicarse sin la influencia de las aljamas judías.
Los primeros referentes hebreos vinculados al vino en La Rioja datan de los siglos X y XI. Documentos históricos sobre propiedades y elaboración figuran en los archivos riojanos y forman parte de una historia del vino en España que no se puede entender sin los judíos.
La propiedad, el alquiler y el arrendamiento de las tierras (viñedos incluidos) constituyeron la base de la economía medieval. Las ciudades de Nájera y Calahorra sin ir más lejos contaron con una floreciente colonia judía profundamente apegada a las tradiciones agrarias.
El vino tiene otros antecedentes reconocidos en la historia del pueblo hebreo. No en vano, el vino y los judíos tienen unos orígenes geográficos muy próximos que le han permitido permanecer en contacto a lo largo de milenios.
La vid y el vino en la Biblia
Noé, según cuenta el Génesis, se dedicó a la agricultura y fue el primero que plantó una viña, pero cuando bebió vino se embriagó y quedó tendido y desnudo en medio de su carpa.
El Libro repudia la embriaguez en numerosos pasajes pero no la alegría producida por el vino. Cuentan los eruditos que el jugo de la uva es sujeto de especial alabanza en la Biblia.
El vino y los viñedos aparecen profusamente a lo largo de la Biblia en lugares históricos, en referentes de personajes y en toda suerte de metáforas.
La embriaguez de Noé y de Lot, la viña de Nabot, en el Cantar de los Cantares ( ‘Tus caricias son mejores que el vino’)…
El vino se ha usado en en circustancias ordinarias como el Shabat y en otras extraordinarias con el Pesaj, con un sentido religioso y sacralizado y en otras menos trascedentes como un simple brindis.
La tradición establece un brindis con vino pronunciando como deseo de unos a otros conocido como Le-hayyim , un brindis ‘Por la vida’ (Salud) cargado de simbolismo.
El ritual judío del vino es anterior a su llegada a Sepharad. El viñedo y el vino proceden del Oriente Próximo.
Siendo un cultivo de terrenos secos y áridos o hasta pobres, la viña se ha identificado siempre como ‘el árbol de la vida’, como un símbolo de prosperidad y riqueza de las personas y de los pueblos.
La viña y el vino han dejado tras de si numerosos testimonios arqueológicos y tradiciones que han perdurado a la Historia, como puede comprobarse todavía hoy en las laderas del Monte Carmelo.
Los viñedos de Hebrón fueron conocidos por sus grandes racimos. Moisés quedó asombrado por aquella tierra de Canaán que producía leche y miel y grandes racimos de uva que era necesario transportar entre dos personas.
Las hijas de Lot le proporcionaron grandes cantidades de vino para yacer con él y darle nueva descendencia. José, hijo de Isaac, y este mismo, son personajes cuya historia tiene claros referentes a la importancia y simbología del vino en su época.
Desde los primeros tiempos conocidos la religión judía asoció el vino con la sangre y esta con la parte del cuerpo que más y mejor indicaba la existencia del alma.
Sangre como simbología del alma, vino como metáfora de la misma, conformaron una parte primordial de la esencia religiosa judía.
El vino en la ley judía
El vino es un elemento ritual y simbólico muy antiguo de la práctica religiosa judía.
Los textos bíblicos recogen abundantes referencias al vino (más de 200) y a las diferentes clases de vino que se conocen en aquella época.
El Deuteromonio deja constancia de la importancia que se le daba al cultivo de la vid en un pasaje en el que al agricultor se le dispensaba de prestar servicios de guerra cuando estaba punto de iniciar la vendimia.
La vid, como el olivo, fueron cultivos protegidos, y su quema y destrucción estaban condenados con castigos, como se hizo en distintas épocas posteriores y se viene realizando en la actualidad.
No debían ir muy desencaminados entonces sobre el crecimiento del ciclo vegetativo de la vid cuando protegían el mismo durante los tres primeros años y establecían un diezmo en el tercero a los propietarios para entregar sus frutos como obras de caridad.
El uso y abuso del vino está reglamentado en la Biblia. El Talmud reconoce que ‘no hay alegría sin vino’.
Así fué siempre la vendimia y sigue perdurando hasta hoy como la celebración de una gran fiesta de todas las gentes en cuya historia existe una tradición vitivinícola.
Sin embargo, en numerosos pasajes bíblicos aparecen diversas consideraciones en torno a su consumo y a la conducta de bebedores y abstemios.
Dice uno de los pasajes más conocidos que han perdurado hasta nuestros días en el refranero popular que “Cuando entra el vino, el buen sentido se va; cuando entra el vino, los sentidos ( y los secretos) se escapan”.
Pero la Biblia incluye otras recomendaciones como las que figuran en los Proverbios (“El vino hace burla; el licor alborota. Y cualquiera que se descarría no es sabio”).
Los judíos peregrinaban una vez al año a Jerusalén para visitar el Templo.
En el mismo se almacenaban y vendían artículos para las ofrendas de los peregrinos a Dios, a Yhavé.
Entre ellos, claro está, el vino, vino kosher, claro cuyo consumo y comercio se incrementaba notablemente en vísperas de la Pascua judía .
Pero conviene recordar aquí también la prohibición de su consumo a los sacerdotes cuando entraban en el Templo.
Las leyes del Kashrut recogidas en la Torá establecían tres cuestiones básicas para los alimentos: los que se podían comer y los que no; los alimentos que pueden combinarse entre sí y, finalmente, cómo deben tratarse para que no pierdan su condición de ‘khoser’.
Las leyes, pues, también afectaban al vino para que este pudiera cumplir las exigencias de los religiosos y observantes judíos.
El derecho judío prohibió en la Baja Edad Media de Europa la comercialización de vino de los gentiles y la obtención de beneficios con su venta.
La documentación medieval, sin embargo, demuestra que los judíos españoles residentes en zonas de producción vitivinícola fueron propietarios de viñedos, arrendatarios, productores de vino y prestamistas a los productores, y no solo de vinos ‘khoser’ destinados al consumo en las tabernas de sus aljamas y a su ceremonial religioso.
El Quidús
Bendición del vino: ‘Bendito seas Señor, Dios nuestro, rey del mundo, que creaste el fruto de la vid’.
La Ley judía ordena recordar el día del Shabat, el sábado, para santificarlo, absteniéndose de realizar cualquier labor.
Para los judíos observantes, el Shabat conlleva una serie de ritos que comienzan con el encendido de las velas (dos o más) en hermosos candelabros antes de la puesta del sol del viernes.
El candelabro se coloca sobre la mesa del Shabat en la que se reunirán todos los comensales de la familia.
La comida es precedida por la santificación del vino, ceremonial conocido como Quidús, en la que se emplean las llamadas ‘copas del Quidús’, que generalmente, son de oro y plata o hermosamente talladas en vidrio y proceden de regalos o herencias de padres a hijos…
‘Bendito eres Tú, Señor, nuestro Dios, Rey del mundo, que nos has santificado con tus preceptos y nos has agraciado, y Tu Shabat santo con amor y agrado nos has impartido, como recomendación de la obra de la creación.
Pues él es el primero de los días de convocación santa en recuerdo del Éxodo de Egipto. Pues a nosotros nos has elegido, y a nosotros nos has santificado entre todos los pueblos.
Y Tú Shabat santo con amor y agrado nos has impartido. Bendito eres Tú, Señor, que santificas el Shabat’.
La libación del vino ya formaba parte de los rituales de sacrificio en el Templo de Jerusalén El vino es un símbolo de alegría y de celebración en el día más importante de la semana y en otras festividades y o ceremonias de la vida como la del matrimonio (‘El mosto alegra a Dios y a los hombres’.
El Shabat finaliza con un ritual muy parecido, con la llamada copa de Havdalá.
El Qiddugin es la ceremonia que consagra la unión de una pareja judía.
El día de la ceremonia, el rabino oficiante recitaba siete bendiciones a los novios con una copa de vino en la mano de la que beben después el novio y la novia.
El rabino continúa la ceremonia recitando las siete bendiciones (Shemaa Bejarot) con otra copa de vino en la mano.
Tampoco podía faltar el vino en la comida de consolación que ofrecían los familiares del difunto a su regreso del cementerio ni en la ceremonia de la circuncisión.
Durante las fiestas hebreas como el Séder de Pésaj, la Pascua judía que recuerda la vuelta de Egipto, se toman cuatro copas de vino (una de santificación o consagración, una de alabanza y acción de gracias, una de redención y una última de cumplimiento) y en la fiesta del Purim, similares a las del carnaval cristiano, los judíos además de disfrazarse podían beber vino y lo hacían como en ninguna otra fecha, según algunos testimonios históricos…
Elaboración del vino Kosher
El concepto del vino que se elaboró entonces no tenía nada que ver con los parámetros organolépticos actualmente conocidos.
Es más, hasta bien entrado el siglo XIX, los vinos blancos fueron más numerosos y más caros que los tintos, entre otras cuestiones porque permitía una mejor conservación y transporte.
El proceso de elaboración del vino khoser es similar al de cualquier otro vino.
La diferencia básica y primordial es que debe ser realizado por judíos y contar con la presencia de un rabino.
Estos controlan todo el proceso de producción hasta el embotellado.
El proceso es rigurosísimo.
Limpieza extrema de las instalaciones, recogida de la uva; proceso de fermentación y sellado de los depósitos; observancia estricta del Shabat con la paralización de toda intervención humana y la única actuación de los mecanismos automáticos.
Igualmente todos los productos que suelen emplearse en la elaboración del vino como levaduras, enzimas o ácido tartárico tienen que contar con la certificación ‘khoser’.